15 nov 2020

BREVE HISTORIA DEL JABÓN

La necesidad de limpiar parece tan antigua como la propia civilización. A lo largo de la Historia se ha empleado distintas variedades de materiales para lavar nuestro cuerpo, nuestras cosas y nuestro entorno.
Hay muchas historias o referencias de cuál fue el origen del jabón. Exactamente no está claro que civilización lo inventó o descubrió accidentalmente, pero lo que está claro es que hace milenios que la humanidad ha venido haciendo uso de elementos para su limpieza.
Vamos a mostraros interesantes indicios de sus posibles orígenes.




ORÍGENES E HISTORIA DEL JABÓN.

Es más que probable que los primeros elementos para limpiar, se hicieran de forma accidental, al mezclar ciertas plantas en la orilla de ríos.
Pero se cree, que ya los primeros hombres usaban la arcilla o plantas para, en cierto modo lavarse. Es conocido por diferentes culturas la saponaria, una planta que tiene, como los jabones verdaderos, la propiedad de limpiar, a pesar de no ser verdadero jabón.



MESOPOTAMIA. (5000 a.C. – 1700 a.C.)

Pero fuera de suposiciones o conjeturas, los primeros registros escritos de un producto para tratar y limpiar las pieles y lanas, datan aproximadamente del año 2500 a.C. En Mesopotamia, se encontraron unas tablillas de arcilla sumerias, que mencionan la mezcla que se obtenía de hervir sebo de cabra con potasio, resinas y sal. Incluso hay registros que demuestran el comercio con ese jabón y las sustancias para fabricarlo.



FENICIA (1200 a.C. – 539 a.C.)

Hay evidencias que muestran que ya los fenicios aprovechaban grasa vegetal en lugar de animal. Y la favorita era el aceite de oliva. Su formulación es la misma que la de los mesopotámicos: incluía álcalis y agua. Si bien no lo crearon ellos, sí que retomaron esta fabricación ancestral alrededor del siglo X a. C. y le añadieron hojas de laurel para mejorar su aroma, además de su formato en pastillas sólidas cuadradas.
Este parece ser el origen del famoso jabón de Alepo, antiguo territorio fenicio, actualmente Siria, y cuya receta se sigue utilizando hoy día con el mismo método tradicional y con aceite de oliva y aceite de laurel, fabricando el jabón sirio.
En cualquier caso, los fenicios, conocidos por ser grandes comerciantes, tuvieron tratos comerciales con Europa, extendiéndolo por sus asentamientos en el mediterráneo, como Nápoles, Marsella, Cartagena o Cádiz.




CHINA (2100 a.C. - 1911 d.C.)

Hace unos 3.000 años, en la Dinastía Zhou, descubrieron que utilizar cenizas de ciertas plantas podía ser útil para quitar la grasa. Este método quedó registrado en Los Ritos de Zhou, un documento sagrado que detalla las ceremonias religiosas de los primeros años de esta dinastía china.
Además, La Crónica de Oficios, otro documento del período de los Reinos Combatientes, al final de la Dinastía Zhou (700 a. C. - 221 a. C.), explica detalles de cómo los métodos fueron perfeccionándose: las cenizas de plantas se mezclaban con caracolas molidas, produciendo un químico alcalino que era capaz de eliminar las manchas de la seda.
Distintas Dinastías, como las Dinastías Song, Ming o Qing, usaron procesos similares, variando las plantas o las grasas utilizadas.
Unos mil años después, en la Dinastía Jin, la saponina se transformaba en lingotes para su venta y los comercios especializados en lingotes de Beijing , permanecieron abiertos desde entonces hasta que cerraron bajo el régimen comunista de Mao Zedong, en los años 50 del siglo XX.




EGIPTO (3100 a.C. – 641 d.C.)

Los egipcios se frotaban con la mezcla obtenida del natrón (un carbonato de sodio mineral extraído de los lagos salados después de la evaporación del agua), tierra de batán (una arcilla poco elástica que tiene la propiedad de absorber las materias grasas) y altramuces remojados en agua de lluvia machacados.
Pero la receta variaba. Según algunos estudios, «los egipcios empleaban una pasta sólida, denominada swabw, de wab (limpio, puro), que contenía natrón y una pasta a base de cenizas y arcilla, lo que propiciaba la formación de espuma». El Papiro Ebers, uno de los tratados médicos más antiguos, del 1.500 a. C., aporta además sus usos. Se consideraba un elemento esencial de la cosmética para las clases altas, las únicas con posibilidad de adquirir este producto de lujo. Lo utilizaban para limpiarse y, al parecer, eran prescritos por los médicos para el cuidado de la piel, a pesar de no especificar sus beneficios.




ROMA (27 a.C. – 476 d.C.)

Según el historiador romano Plinio el Viejo, el jabón era, un invento galo y en su Historia Naturalis, aparece la palabra jabón. En ella se explica que los celtas aprovechaban la grasa de cabra y las cenizas de abedul para su fabricación. Y por cierto, de estos recibe su nombre, ya que los romanos adoptaron el termino celta saipo como sapo, y de ahí pasó al resto de idiomas.
Los galos, usaban el sebo de jabalí y los residuos de la combustión del haya y según Plinio lo usaban para teñirse sus largas melenas de rubio o pelirrojo.
También los germanos, usaban cenizas y sebo de animales para fabricar sus jabones.
A los romanos, el olor de la grasa rancia les resultaba desagradable, propia de bárbaros, y que como griegos y etruscos se lavaban frotándose por el cuerpo, una mezcla de aceites aromáticos y arena o ceniza que luego eliminaban con una especie de escobilla llamada estrigilo. Pero las legiones romanas importaron el jabón y con ello los hábitos romanos y la leyenda de que fueron los romanos quienes inventaron el jabón.
De hecho, el médico Galeno, en el siglo II d. C, detalla en su obra Semplicibus medicaminibus el uso de jabones para la higiene personal. Recomienda su uso como detergente y como medicamento, porque expulsa las impurezas del cuerpo y de la ropa, y por tener un efecto emoliente, ablandando y relajando durezas, tumores e inflamaciones. Y fue durante esta época en la que se popularizaron en los conocidos baños romanos.
Pero cuenta una leyenda romana, que la fabricación de jabón empezó por azar hace 3.000 años en el monte Sapo, cerca de Roma. Los animales que los fieles sacrificaban como ofrendas a los dioses, se quemaban en el monte del mismo nombre. El agua de la lluvia se mezclaba con las cenizas del altar, produciendo una lejía que combinaba con los residuos de sebo animal, derretida por el calor del fuego. Esta sustancia se deslizaba colina abajo, hasta llegar al río. Las mujeres que acudían al templo, se percataron de que, las ropas quedaban más limpias al lavarlas en las aguas cerca de los altares.
Sea como sea, fueron los romanos los que extendieron el uso y la producción del jabón en el Imperio Europa y parte de África.




EDAD MEDIA (476 - 1492)

Las distintas invasiones bárbaras repercutieron en la producción y consumo del jabón, que entró en decadencia. Su uso quedo más que nunca, relegando a las clases más altas, por el alto coste que suponía su elaboración y su uso pasó a tener una frecuencia muy escasa, en el mejor de los casos. Esa falta de higiene, originaría grandes epidemias que diezmaron a la población, como por ejemplo la peste negra del siglo XIV.
Pero quedaban reductos que lo mantuvieron vivo todo ese tiempo. Por ejemplo, en Nápoles, en el siglo VI, se formó un gremio de jaboneros. En el siglo VIII se fabricaba en España e Italia gracias a su gran disponibilidad de olivos. En un acta legislativa, datada alrededor del 800 y que representa la voluntad real de Carlomagno, se menciona el jabón como uno de los productos con los que los «administradores de las propiedades reales deben contar».




ÁRABES (632 – 1400)

En el siglo III a.C. ya se fabricaba en Arabia un jabón mediante la cocción de una mezcla hecha con potasa, álcali proveniente de cenizas, aceite de sésamo y limón. Fuentes diversas aseguran que los cruzados fueron los que introdujeron el jabón en Europa Central desde Alepo, en el siglo XI.
La primera gran jabonería europea, como no, la instauraron los musulmanes a finales del siglo X en Al Andalus, en Sevilla, y se encargaban de producir y enviar el jabón, que cuatro siglos más tarde se conocería como jabón de Castilla, a la alta sociedad Española, de Francia e Italia. De los grandes olivares del valle del Guadalquivir, se obtenían las materias primas necesarias para fabricar el jabón. Aún así en Andalucía se siguió llamando por el nombre árabe, almona, y a las fábricas de jabón, más tarde, Almonas Reales de Triana.
Tras la Reconquista, la reina Doña Juana se convirtió en la titular de esta industria creciente.




EUROPA Y AMERICA

El monopolio del jabón de Castilla, en el siglo XVI, fue ampliado por Europa y llego hasta América después de la conquista. En este mismo siglo ya se exportaba este sapo hispaniensis o sapo castilliensis al Reino Unido a través de Amberes. Se convirtió en un producto indispensable de todo tocador real y clases altas, a pesar de que al baño solo se le dedicaban muy pocas veces al año. Se dice que en 1682, Luis XIV hizo guillotinar a tres fabricantes cuyos jabones le habían irritado la piel.
Pero, aunque era muy demandado, el coste del jabón lo hacía prohibitivo para el resto de la población.
En el siglo XIV se establecieron las famosas fábricas de jabón de Marsella. Este jabón tradicionalmente se fabricaba con aceite de oliva, agua del Mediterráneo y sosa cáustica proveniente de cenizas del laurel y se sigue fabricando hoy en día. Fueron también franceses los que aprendieron a hacer jabón perfumado mediante infusiones de aceites florales, con el método “enfleurage”


En 1575 se construyó una almona en Ciudad de México. El jabón que se fabricaba allí se hacía con minerales ricos en sosa, y algunas plantas. También se sabe que en el siglo XVII existía una jabonería en Guayaquil, Ecuador, que fabricaba jabón a partir de sebo de vacas y cenizas de yerba.
Pero no fue hasta finales del siglo XVIII cuando por accidente se descubrieron avances que reducirían los costes en su producción y, por tanto, en su venta. En 1783 el químico suizo Carl Wilhelm Scheele, le surgió accidentalmente la combinación que se usa actualmente para producir jabón. El aceite de oliva, hervido con el óxido de plomo, produce glicerina. Este alcohol líquido es uno de los dos compuestos que se obtienen cuando las grasas simples, entran en contacto con los álcalis.
En 1791, el químico francés Nicolas LeBlanc inventó un proceso para obtener carbonato de sodio o sosa de la sal, a partir de la sal marina. Con este nuevo producto, evitaba usar cenizas y simplificaba y abarataba el proceso de obtención de la sosa.
En 1823, Eugène Chevreul demuestra que las grasas están formadas por una combinación de glicerol y ácidos grasos y explica químicamente la reacción de la saponificación. También se da la circunstancia de que el jabón fabricado con aceites vegetales en vez de grasas animales, es apto para utilizarse en la higiene personal.
Todos estos avances y descubrimientos juntos, fueron los que dieron lugar a un proceso de fabricación mucho más económico, que permitió una comercialización masiva del jabón. Fue así como los europeos dedicarían más tiempo a la higiene personal y junto a esto, comenzaron a desaparecer las grandes pandemias




SIGLO XIX y XX

En el siglo XIX, a diferencia de siglos anteriores, y gracias a las colonias, se empezaron a emplear en la fabricación de los jabones aceites de palma y coco y aceites de semillas: de linaza, de cáñamo, de sésamo, de algodón, de coco, de palma, etc. también se empieza a hacer jabón mediante el proceso en frío.
Louis Pasteur (1822-1895) descubrió que los microbios mortales se transmitían en el parto con el contacto de las manos y que al lavarlas estos se eliminaban. Es por él, la importancia que en la actualidad tiene el lavado de las manos con jabón.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Francia convirtió el jabón de Marsella en un producto de primera necesidad. Fue tan importante, que se requisaron fábricas jaboneras, y durante el tiempo que duró la contienda la región se encargaba de abastecer la mitad de la producción francesa de jabón.




HOY

Hoy, en plena pandemia del Covid19, la recomendación de autoridades como la OMS le han dado de nuevo al jabón gran protagonismo. Las ventas de este producto han aumentado un promedio del 30%.
Actualmente, la gran mayoría de jabones que se comercializan, son detergente, y en los procesos industriales de fabricación se usan infinidad de productos sintéticos: colorantes, aceites minerales, grasas animales, aromas artificiales y conservantes que son dañinos para la salud y pueden provocar alergias y afecciones en la piel y además son altamente contaminantes.
Por el contrario, los jabones naturales elaborados mediante procesos artesanales en frío, producen unos jabones auténticos que resultan mucho más afines con el cuidado de la piel y además son respetuosos con el medio ambiente, ya que son biodegradables.
Como hemos visto, de la necesidad, ha pasado por olvidos, pandemias, leyendas y guerras de distintas civilizaciones, durante milenios. Pero el jabón ha perdurado hasta nuestros días y es una pastilla aliada de nuestra salud.




ENLACES Y BIBLIOGRAFÍA.

Tratado Práctico de Jabonería y Perfumería. A. Larbalétrier

Jabones Esenciales. Dr. Robert S. McDaniel

El Pais. "¿Quien Inventó el Jabón?. Javier Caballero.

Mendrulandia.com





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